Veo el arduo trabajo que hacen los activistas voluntarios en los trabajos de ayuda social en las comunidades -como en la Fundación Tzedaka de Argentina-, y a la par escucho a tantos dirigentes vanagloriarse de los valores ejemplares que caracterizan a las comunidades. Me pregunto si en algunos lugares no hay más autocomplacencia que Tzedaka.

Leyendo la entrevista a Dario Werthein, David Stalman y Mirna Szulmajter, directivos de la «Fundación Tzedaka» de Argentina, que con motivo de su 20 aniversario le hizo la Agencia Judía de Noticias (AJN Itón Gadol 20.07.2011), me quedé pensando en las enormes similitudes de la actividad de tzedakah (ayuda, por justicia social, al necesitado) en diversas comunidad judías, y lo mucho que aún tenemos que trabajar sobre eso.

De 150,000 judíos argentinos, 6,500 son donantes de la «Fundación Tzedaka» según sus directivos. Asiste a 12.000 personas en todo el país: 4.900 reciben alimento, ropa y orientación social y 1.400 niños y jóvenes toman cursos de capacitación laboral, reciben becas y subsidios de educación primaria secundaria y universitaria. Ellos explican que pese a ello aún falta mucho por hacer porque “hay una gran cantidad de judíos viviendo bajo la línea de pobreza”.

Me produjo inmediatamente la asociación con casos de judíos muy encumbrados y adinerados de la comunidad judía peruana, que cuando se les pide una donación de 15 dólares dicen que no pueden donar porque han gastado mucho en su reciente viaje familiar a Miami o la construcción de su casa de playa. Otros, pudiendo hacer un pago anual importante, se limitan a pagar un mínimo pidiendo además que un cobrador los visite cada mes… Estoy seguro que lectores activistas de diversas otras comunidades judías del continente sentirán que estoy hablando de sus propias comunidades.

No quiero ser mal entendido. Creo que hay una minoría de judíos muy militante, comprometida, generosa, solidaria, que en su rol de funcionarios y/o donantes cumplen con su compromiso ético con la justicia social desde los diferentes niveles de tzedakah que enunció Maimónides, tanto al interior de la comunidad judía como en los diversos espacios de solidaridad en la sociedad nacional. Ellos merecen las máximas bendiciones. El problema está en todos aquellos que están en la orilla opuesta, que lamentablemente suelen ser la mayoría.

Si hubiera que aludir solamente a los primeros, las comunidades judías tendrían todo el derecho de jactarse ó vanagloriarse de ser entidades ejemplares en cuanto a su solidaridad y trabajo social, aunque seguramente no lo harían para no violar las reglas de la humildad. Pero, me temo que esa vanagloria se hace y es injusta en la medida que abarca a las mayorías de no donantes o donantes minimalistas, que eventualmente se complacen cuando se mencionan estos méritos comunitarios -como si fueran merecimientos suyos-, pese a que no hacen mucho de su parte en esta misión común.

¿A qué se debe esto? No lo van a entender quienes desde posturas de autosatisfacción con lo ya hecho no sienten el dolor de la exclusión de quienes no pueden asegurar su alimentación, salud, trabajo, ingresos básicos o estudios. Eso no nos exime de seguir haciendo la pregunta. ¿Qué nos está pasando en la educación y formas de convivencia comunitaria, en la vida religiosa y sinagogal, que no produce esa sensación de urgencia por ayudar?.

Creo que la razón fundamental es que muchos no han aprendido a acostarse cada noche mirándose a los ojos en el espejo preguntando si tienen derecho a dormir tranquilo. Demasiada gente no ha aprendido que cuando uno ayuda a otro, uno mismo crece con el otro, y que el premio a esas ayudas ó donaciones, es la oportunidad que tenemos de hacerlas. Quizá porque se estudia tanto inglés y matemáticas en las escuelas que no hay tiempo para la reflexión ética y las actividades de acción social. Quizá porque demasiada gente confunde practicar rituales religiosos con ser correctos desde el punto de vista ético. Quizá porque las nuevas generaciones no sienten en sus hogares que para sus padres es prioritario interesarse por los demás. Quizá porque las agendas comunitarias están muy cargadas de actividades que ensalzan a unos, atacan a otros, pero a la vez carecen de proyectos compartidos en aquello en lo que no debería haber discusión alguna. Quizá… quizá…

No tengo la respuesta. Sólo tengo la pregunta y la indignación de ver que hay correligionarios desatendidos, cuando hay tanta opulencia.

Felicitaciones a la «Fundación Tzedakah» por ser un referente tan positivo y por sus logros acumulados en estos primeros 20 años de vida institucional.

Publicado en RadioJai Argentina.

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