Muchos padres confunden su rol de acompañantes de la educación escolar de sus hijos con el de interventores y fiscales anti-escolares para defender a sus hijos de las exigencias escolares. Eso lejos de ayudar a sus hijos a superar las vicisitudes de la vida, conlleva el riesgo de convertirlos en mediocres y discapacitados sociales. He aquí una receta para los padres que quieren afectar negativamente el nivel de estudios de sus hijos.

1). Hagan las tareas por sus hijos. Con ello convertirán el engaño en un valor y reducirán los niveles de responsabilidad de sus hijos por sus acciones.
2). Presionen a los directores para que pongan a sus hijos en las clases que ustedes prefieren con el profesor y los alumnos más populares. Con ello debilitarán la autonomía escolar y la exigencia a sus hijos para aprender a arreglárselas por sí mismos aún en ambientes menos favorables.
3). Quéjense por el alto nivel de exigencia y evaluaciones de los profesores y por las múltiples horas que tienen que invertir para estudiar. Con ello lograrán que los profesores bajen el nivel de exigencia y que sus hijos se dediquen menos a los asuntos escolares.
4). Quéjense de que el currículo es irrelevante o inapropiado para la edad de su hijo. Eso legitimará el derecho de sus hijos a no esforzarse.
5). Amenacen con tomar acciones legales contra el colegio o profesor si es que no se atienden sus demandas por algún tema o la revocación de algún castigo. Eso consumirá mucho tiempo del director y profesores y agregará costos legales que se deducirán del presupuesto educativo.

Como consecuencia natural de todo esto, los profesores gastarán mucha energía en agradar a los padres y prevenir choques con ellos, bajarán la guardia, exigirán menos, reducirán las tareas y la frecuencia de los controles o pruebas de evaluación, relajarán el control de la disciplina para no tener que dar explicaciones al director y con ello reducirán las ocasiones en las que haya que citar a los padres por los problemas de rendimiento ó conducta de sus hijos.

Les habrán hecho la vida fácil a sus hijos que en lo inmediato se lo aplaudirán, aunque en el futuro no les perdonarán haberles impedido recorrer el camino de la superación personal. Los habrán convertido en discapacitados emocionales y sociales, limitado sus metas, debilitado su capacidad de adaptarse y apelar a sus propios recursos para exigirse y alcanzar los logros que su esfuerzo hubiera merecido.

Algunos de mis lectores atinadamente se preguntarán cómo encaja esta introducción con mis artículos anteriores que critica la sobre exigencia escolar, incluyendo aquél que se titula “Las odiosas tareas escolares” (El Comercio 24/4/2002), en los que critico duramente las tareas excesivas e insulsas que dejaban muchos colegios.

A todos ellos les comento tres cosas:

1) Excluyo explícitamente de mi crítica por la excesiva, nociva y sobreprotectora queja y amenaza de los padres, a aquellos casos en los que hay maltrato físico o psicológico (abusivo) en contra de sus hijos en el colegio. En esos casos, sí hay que reaccionar fuertemente.

2) Excluyo de las críticas, a los padres que conforme van experimentando las prácticas pedagógicas del colegio con sus hijos, se acercan positivamente para dar sugerencias y proponer cambios ó agregados en aquellas cosas que piensan que pueden mejorar la enseñanza y el clima escolar.

3) En todos los demás casos, en los que las quejas o presiones tienen que ver con críticas a las políticas pedagógicas habituales del colegio, (tareas, exigencia académica, rigidez disciplinaria, horario, etc.) que son conocidas por los padres desde que matriculan a sus hijos, tengo algunos reparos. ¿Cómo los padres de familia escogen un colegio para matricular allí a sus hijos, cuando ellos mismo no están de acuerdo con sus prácticas pedagógicas? ¿Es ese un problema de los padres o del colegio? En esos casos, escoger un colegio más compatible con sus ideas les ofrecerá mejores perspectivas de satisfacción.

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