Con frecuencia le sugiero a los lectores contrastar el sentido común del mercado con el sentido común de la pedagogía para entender sus diferencias. Aquí va un nuevo caso.

El pobre desempeño de los alumnos de las escuelas públicas en diversos países ha llevado a los gobernantes a presionar por hacer cambios en los modelos de gestión para mejorar el rendimiento de los alumnos, que usualmente se evalúa en función de los puntajes obtenidos en pruebas estatales de lectura, matemáticas y ciencias. Rara vez se usa la extensa investigación existente sobre las razones por las que algunos colegios funcionan mejor que otros, a igualdad de condiciones poblacionales, ni se discute la relatividad de las mediciones tomadas en las pruebas estandarizadas. (Hard Facts, Dangerous Half-Truths, and total Nonsense Jeffrey Pfeffer y Robert I. Sutton, Harvard Business School Press 2006, Pag 22-24)

En Estados Unidos y cada vez más países de América Latina, los profesores sindicalizados procuran garantizarse un escalafón salarial homogéneo, basado en antigüedad y credenciales académicas acumuladas. Rara vez permiten que el salario esté basado en resultados o desempeños, lo que choca con el pensamiento convencional existente en el sector privado, que lamenta que no haya incentivos salariales para motivar a los profesores para que se desempeñen mejor.

En EE.UU. a fines de los años 1990’s hubo una fuerte presión para que se implemente algún tipo de pago por mérito. Esta idea de pago por méritos ya tiene 100 años de antigüedad y ha sido objeto de muchas investigaciones. Por ejemplo en 1918 se encontró que “48% de los distritos escolares de EEUU en la muestra usaban algún tipo de sistema compensatorio que podría denominarse pago por mérito” (Murnane y Cohen, Harvard Educational Review, 56 1983:2)

Lo que asumen los partidarios del pago por mérito es 1). La motivación del profesor es el factor determinante del aprendizaje y rendimiento de los alumnos 2). El aprendizaje puede medirse de manera confiable y contabilizable por medio de pruebas que se aplican una vez al año 3). Los profesores suelen estar motivados por incentivos financieros, de modo que el pago por méritos induciría a un mayor y más efectivo esfuerzo. 4). La enseñanza es una actividad individual, con poca interdependencia de otros factores.

Valdría la pena preguntarse si estas presunciones son ciertas, y si las habilidades de un profesor mejoran por el hecho de que se le pague más; si el desempeño de un alumno no está muy influido por el involucramiento de los padres, las características de la comunidad en la que vive el alumno, la calidad de los factores y recursos escolares, la cultura escolar, el ingreso y el nivel de educación de los padres, el apoyo de los colegas y el aprendizaje cooperativo entre ellos. Preguntarse ¿Cuáles son las consecuencias de medir el desempeño de un alumno usando pruebas estandarizadas? ¿No lleva más bien a focalizar la enseñanza para aprobar esas pruebas reduciendo el universo de elementos que conforman una buena educación?

La evidencia demuestra que el pago por méritos rara vez dura más de 5 años y que sistemáticamente fracasa en elevar el rendimiento de los alumnos. Autores como el reputado Alfil Kohn (Sept-Oct 1993), Jeffrey Pfeffer (May-Jun 1998) y Egon Zehnder (April 2001) ya han mostrado en el Harvard Business Review suficientes evidencias de que eso no funciona porque las compensaciones individuales a profesores crean más problemas de los que resuelven, de modo que las recompensas deberían enfatizar el valor colectivo de la institución y no el individual.

Pero eso no queda allí. También se obtiene una mayor tendencia de los alumnos a copiar, y por parte de profesores a cometer fraude pasándoles las respuestas correctas a los alumnos (ya que de eso depende su estabilidad en el trabajo). Una investigación del año 2002 mostró que la tendencia a copiarse está directamente relacionada con el pago por los méritos obtenidos por los profesores al mejorar los puntajes de los alumnos en las pruebas estandarizadas. (tal cual se encontró en la investigación hecha en los años1980’s).

Parecería que los políticos tienen amnesia frente a los hallazgos de la investigación (Brian Jacob and Steven Levitt “Rotten Apples An investigation of Prevalence and Predictors of Teacher cheating” working paper 9413 y luego el 9414 del National Bureau of Eonomic Research NY, 2002)

A los que incrédulos les sugiero que observen experiencias como la chilena para ver si efectivamente esta estrategia aplicada a maestros individuales mejora el desempeño de los alumnos a lo largo del tiempo y cuáles son los problemas que le ocasiona a las escuelas. Solo si se reconocen los méritos del conjunto de la escuela esto funciona como incentivo a los docentes.

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