La generación de padres, profesores y psicólogos que aspiran a orientar a los estudiantes que hoy en día egresan de los colegios, se educó bajo la presunción de que la elección vocacional es única y lineal. Es decir, que los niños van desarrollando habilidades conducentes a una vocación que tiene que ser detectada aproximadamente a los 16 años, para dar lugar a la elección de una carrera técnica ó profesional que se mantendrá inalterada por el resto de sus vidas. En función de ella, escogerán la universidad, la ciudad de residencia, los empleos futuros, etc.

Si verificaran cuán cierta fue esa premisa, descubrirían que para buena parte de los estudiantes no fue válida porque cambiaron de carrera o universidad más de una vez, ó porque una vez egresados decidieron dedicarse a algo diferente a lo estudiado. Esta situación se volverá más incierta aún en las próximas décadas, habida cuenta que se crearán nuevas carreras, se saturarán o eliminarán muchas de las ya existentes, el mercado laboral se globalizará y las oportunidades de empleo serán planetarias. Junto con ello, las migraciones obligarán a buscar opciones vocacionales compatibles con los contextos culturales o laborales de los diversos países de residencia.

Así, si en décadas pasadas asumir la unicidad y linealidad vocacional ya era un error, hacerlo hoy en día es un craso error. La elección vocacional de hoy es análoga a la navegación por Internet. Uno sabe cuál es el puerto de partida, pero solamente explorando el espacio, abriendo y cerrando ventanas, migrando de una página a otra uno va a ir encontrando su punto de llegada, temporal o permanente. Agreguemos a eso las evidencias científicas que señalan que las personas tienen talentos y vocaciones múltiples, por lo que resulta absurdo asumir que los estudiantes tienen una y sola un área vocacional óptima con la que debe calzar la carrera y universidad o instituto elegido.

Las dos carreras que suelen tener mayor margen de permanencia vocacional en el tiempo desde que los niños son pequeños -sin ser inequívocas- son las de derecho y medicina, habida cuenta de que los niños se familiarizan con esas carreras desde pequeños, debido a la exposición a la televisión (abogados) y la experiencia propia (medicina).

En todos los demás casos, el tema es mucho más abierto. Por lo tanto, la indecisión vocacional debiera ser considerada como una situación perfectamente normal, y los estudiantes deben ser alentados a tener presentes varias opciones para su vida. Generalmente, con suficiente información y orientación abierta son capaces de hacer una elección intuitiva de una buena opción con la cual empezar a explorar su vida universitaria o del instituto superior, para luego dejar que el tiempo haga lo suyo.

Esto es algo que por ejemplo en Estados Unidos se practica desde hace décadas, razón por la cual le permite a los estudiantes que ingresan a un college o universidad tomarse los cuatro años del primer título para ir explorando sus intereses académicos y vocacionales, postergando la decisión de la especialización para el momento de ingresar a una maestría.

En el Perú los jóvenes salen del colegio muy confundidos por la avalancha de ofertas universitarias que invaden la secundaria, lo cual no les permite terminar y cerrar tranquilos su ciclo escolar, para luego pasar por una transición normal hacia el mundo universitario. Ambos mundos aparecen superpuestos. Eso les impide tomar la distancia necesaria para pensar, experimentar y escoger con calma.

Algunas universidades ni siquiera tienen estudios generales, que podrían ser el espacio para esa exploración vacacional que tanta falta les hace. Parecería que las universidades prefieren sacrificar las necesidades vocacionales de sus estudiantes en aras de tener mayores facilidades administrativas para colocar a cada alumno en un casillero del que no habrá de moverse.

Lamentablemente, no es lo mejor para los estudiantes. Lo que es peor, es que aún suponiendo que hayan elegido “bien” y hayan culminado “exitosamente” sus estudios superiores, nada garantiza que encontrarán trabajo en el área de su especialidad y que no se verán obligados a asumir alguna otra alternativa en atención a las realidades del mercado ocupacional.

No es recomendable hacer sentir a los jóvenes que algo anda mal si no eligen de una vez su carrera a los 16 años o en 5to de secundaria. Deben saber que eso es normal y que no pasa nada si postergan por un tiempo su elección. Y en caso que se vean obligados a escoger una carrera, porque el sistema se los exige, que sepan que es una elección exploratoria y que podrán cambiarla más adelante. No hay nada más frustrante que estudiar algo que a uno no le gusta, y peor aún, tener que ejercer una carrera que no genera motivación, pasión y placer.

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