El reconocido literato peruano Eduardo González Viaña acaba de publicar el libro Maestro Mateo, para el sello SM-BARCO DE VAPOR, que tiene una serie de características que vale la pena considerar para los jóvenes escolares que accedan a él dentro del plan lector en la orientación de educación valores.

 

Participé en la presentación de la novela animado por el autor. La lectura me resultó ligera, grata, profunda, estimulante, aleccionadora. Algunas interrogantes sobre la verdadera existencia del perro Mateo o del sueño de su dueño Martín me acompañaron hasta el final de la lectura. Particularmente sorprendente me resultaron algunos pasajes que reseñaré a continuación.

 

El abuelo y el personaje Tejada, que eran ciegos, se expresan en términos de enorme riqueza conceptual, social y narrativa. Por ejemplo dice “Las personas normales sólo ven las apariencias… El mundo que ven los que ven es un mundo frágil y breve, tan breve y frágil como una pompa de jabón… Para ver lo que es real, tendrías que vivir con los ojos cerrados”. O también cuando escribe “Ser ciego y soñar me trae recuerdos tristes de lo que no volveré a ser. Pero no son tristes. Un día llegué a asumir mi ceguera como un poder temible. Me dije que si el resto de los mortales apreciaba sólo las apariencias, yo podía ver lo real e imaginar lo que quisiera… Tu sabes, basta imaginar lo real para que lo sea…”

 

Por momentos parece ser un libro de filosofía o psicología, por los conceptos usados. Párrafos como “El Señor nos ha dado dos regalos: uno es la vida; el otro es la eternidad. De los dos, el único visible es la vida” (Pág. 23) ó “La vida es como un cuento narrado por un perro loco. Un cuento lleno de ladridos. Hay algo que nos quiere decir y es la pura verdad, pero hay que sacarla de entre los ladridos” (Pág. 34) ó “Los hombres notables son como las cometas. Se alzan más cuando hay más viento en contra” (Pág. 50)

 

Me resultó muy ocurrente la manera de construir el relato del retorno de Martín al Perú. Relata la situación en el Museo de Artes de la universidad norteamericana, donde Martín alternaba como guardián nocturno con el colombiano Armando Reyes, admirador del pintor holandés Johannes Vermeer cuyo cuadro “vista de Delft” se quedaba mirando absorto. Le hacía recordar nostálgicamente su pueblo de origen. Los cuadros tenían ventanas, que si se las observaba permitía ver las ventanas dentro de las ventanas, hasta llegar a ver la ventana de la casa que dejó en su tierra. Eso motivó a Martín a imitar a Armando y quedarse mirando los cuadros, las ventanas y finalmente su propio pueblo. Es entonces que Martín decide que también él debía regresar a casa.

 

También me enganché con algunas palabras claves que el autor dejó regadas en el camino que me llevaron a buscar en Internet su biografía y el mapa de la región La Libertad, lo cual corroboró mi presunción de que estaba hablando de sí mismo. Dice que era el “ayudante hispano de un pastor religioso en Berkeley» (universidad de la que hoy es catedrático). También ocurre cuando Martín toma el avión que atraviesa volando el golfo de México, cruza los Andes del Ecuador y luego llega a su país. Al llegar al aeropuerto, decide tomar un autobús para viajar a 600 kilómetros al norte (La Libertad, donde nació y Pacasmayo, pueblo cercano en el que pasó su infancia y adolescencia).

 

Mi conclusión es que este cuento puede ser leído por jóvenes y adultos por igual, aunque creo que se presta muchísimo a ser leído en clase con un profesor que sepa animar luego una interesante discusión con sus alumnos, de la cual le pueden sacar un enorme provecho, especialmente para quienes quieren poner el tema de los valores sobre la mesa de discusión.

 

Pueden dialogar sobre la construcción de la identidad de las personas; la relevancia de los distintos personajes con los que interactuamos en la vida y cómo podemos aprender de las huellas que cada uno deja en lo que somos; el rol de los recuerdos de infancia en la construcción del destino de cada uno; la idea de que aunque nos vayamos de nuestra casa o familia, siempre cargamos con ella y regresamos a ella, aunque sea en el inconciente o la imaginación. Querer borrarlo es como borrar nuestra identidad (esto es muy relevante para migrantes); los valores que emergen de los diálogos ente Martín y los personajes.

 

En suma, un libro lindo y útil. Muy recomendable.