Desde mediados de los 1980´s, la gestión empresarial privada se convirtió en EE.UU. en el modelo a seguir para el mejoramiento de los logros escolares, promoviendo el uso de estándares curriculares e introduciendo las computadoras a la escuela. Esto ha sido promovido por los líderes políticos y burocráticos para crear la ilusión de una espléndida reforma escolar, para lo cual se aliaron con los vendedores de computadoras y software. Así los reformistas y burócratas tuvieron una nueva veta para inspirar sus críticas por la falta de modernidad curricular, y los políticos encontraron una nueva bandera para argumentar que el camino a la mejora de la enseñanza pasa por el acceso equitativo a la tecnología por parte de los niños pobres y de grupos minoritarios.

En EE.UU. los lobbistas tuvieron éxito, ya que en 1996 el presidente Clinton aprobó un presupuesto de 2 billones de dólares para informatizar e interconectar en 5 años a todas las aulas de EE.UU., crear software escolar y poner a los profesores en condiciones de utilizar la nueva tecnología.
Larry Cuban, (Stanford) estudió el impacto de estas medidas visitando escuelas en el Silicon Valley del norte de California. (“Oversold and Underused: computers in the classroom” by Larry Cuban, 2002). Encontró que sin duda las computadoras están hoy día al alcance de todos en las escuelas y que los alumnos han desarrollado las habilidades básicas para manejarlas.

Lo que no está claro es de qué manera eso ha contribuido a ganar eficiencia en la enseñanza y aprendizaje, porque no ha habido avances en la última década en el rendimiento de los alumnos en pruebas estandarizadas. Tampoco se ha producido una revolución en la enseñanza y aprendizaje en la vasta mayoría de las aulas norteamericanas. Los profesores usan la tecnología para seguir haciendo lo que hacían antes sin computadoras: comunicarse con padres y administradores, preparar syllabus, lecturas o pruebas, registrar notas, etc.

Su conclusión es contundente: las computadoras han sido sobrevendidas por sus promotores y funcionarios y subutilizadas por los profesores y alumnos. La pregunta que deberían hacerse los funcionarios, pensando en términos de costo beneficio, es si el mismo dinero no se utilizaría mejor para mejorar la educación si se redujera el tamaño de las clases, se elevaran los sueldos de los profesores, se renovaran los deteriorados edificios escolares, si se crearan comunidades educativas en torno a las escuelas, si se extendiera al día completo los grados de pre escolar, si se hicieran programas interdisciplinarios en la secundaria, si se desarrollaran programas innovativos de arte en la primaria o si los alumnos aprendieran un tercer idioma en la baja secundaria.
Los reformistas por su parte han olvidado la importancia crítica del capital social y el fortalecimiento de los comportamientos cívicos, al comprometerse de manera muy restringida a las soluciones tecnocráticas de los problemas de la escuela por lo que es prudente hacer un alto para preguntarse adónde vamos antes de seguir adquiriendo más y más computadoras para la escuela.

La prospectiva de Larry Cuban es muy aleccionadora también para los países pobres como el Perú. No hay duda que todo alumno, al igual que todo trabajador, en algún momento tendrá que usar su computadora. Pero eso no quiere decir que gracias a ello automáticamente cambiarán los fundamentos de la enseñanza que conocemos hasta hoy. El profesor posiblemente usará la computadora para sostener sus prácticas docentes habituales. Por lo tanto debemos tener mucho cuidado para evitar que el excesivo énfasis en el uso de la tecnología de la información en la escuela trivialice los grandes ideales nacionales. En ese sentido Cuban es partidario de una “revolución lenta”; es decir, aceptar que más y más profesores se volverán usuarios serios de las computadoras en las clases conforme el uso de “hard” y “soft” madure en la escuela y penetre más y más en nuestra sociedad, pero sin alocarse porque ese proceso es aún muy lento. Mientras tanto, veremos que los profesores usarán las computadoras más en sus casas y cabinas que en la escuela, los investigadores la usarán más para sus experimentos que para la enseñanza universitaria, sin cambiar su manera tradicional de enseñar. Adoptarán la tecnología pero mantendrán las formas tradicionales de enseñanza.

Creo, al igual que Cuban, que si bien el acceso a las computadoras y a Internet es parte de la alfabetización digital imprescindible para nuestros tiempos, lo esencial de las prácticas de enseñanza y aprendizaje tradicional se mantendrá vigente por mucho tiempo aún. Hay que dejar de creer ilusamente que las computadoras transformarán (¿mágicamente?) la enseñanza de esta generación de docentes y más bien insistir en que la gran máquina docente seguirá siendo el profesor de carne y hueso.