A fines de diciembre del 2008 y principios de enero del 2009, casi simultáneamente con la acción militar de Israel en Gaza, ocurrieron cientos de crímenes en el Congo en el marco de la guerra que libran las fuerzas gobiernistas con los terroristas rebeldes del Ejército de Resistencia del Señor (LRA) que aspira a instalar en el Congo una teocracia cristiana basada en el cumplimiento de los mandamientos bíblicos. Murió un número similar de civiles a los de Gaza; sin embargo, para los medios internacionales pasó casi desapercibido. Uganda, Congo y Sudán del Sur se enfrentan actualmente al LRA en el noreste del Congo con el objetivo de acabar con los insurgentes ugandeses. El LRA ha asesinado y torturado civiles durante los últimos 20 años de manera sistemática y cruel. Acostumbra a secuestrar niños, a los que obliga a tomar las armas para luchar de su lado, y a niñas, a las que esclaviza sexualmente.

 

Aryeh Green, del Media Central de Jerusalem, hizo una comparación entre la cobertura noticiosa sobre Gaza y sobre el Congo. (JPost 21-1-2009 ‘Israeli, Arab media rallied round the flag during Gaza campaign’). Encontró que la proporción de artículos cubriendo al Hamas fue de 200 a 1 en relación al LRA. Sube a 400 a 1 cuando se trata sobre Gaza y el Congo. Sube a 800 a 1 si se compara la cobertura del ataque israelí al colegio de la UNRWA en Gaza frente a la masacre de Doruma en el Congo, donde los rebeldes asesinaron a machetazos a 100 civiles escondidos en una iglesia. Solamente entre el 24 y 25 de diciembre asesinaron 400 civiles, además del secuestro de 160 niños en las localidades de Doruma, Farajde y Duru y el incendio de 940 viviendas, 3 escuelas y 9 iglesias.

 

Green sostiene que para los medios de comunicación, en la decisión de qué publicar y con qué enfoque, juegan un rol importante los prejuicios derivados del antisemitismo mundial que aún es muy vigoroso. Es casi inútil preguntar por tanto ¿adónde están los activistas de organizaciones humanitarias que reclaman por estos crímenes y el fin de la guerra en el Congo? ¿Los gobiernos europeos? ¿Los analistas que criticaban a los israelíes por crímenes contra la humanidad? ¿Por qué este silencio? Green sostiene que eso se debe a que no involucra judíos.

 

Creo que lo sostenido por Green tiene fundamento ya que se puede apreciar un patrón de desproporción similar en perjuicio de Israel cuando se compara sus acciones con las de Rusia en Chechenia o Georgia, los aliados en Serbia, los shiitas en Irán o Irak, los turcos contra los kurdos, Sri Lanka contra los tigres tamiles, o el gobierno chino contra sus opositores, por mencionar solamente los más recientes.

 

Por ejemplo, en la primera acción militar de Rusia contra Chechenia entre 1994 y 1996 murieron 73,000 civiles chechenios. En la segunda acción entre 1999 y 2002 murió otro tanto sumando 150,000 en total. No se escuchó de mayores protestas ni juicios en tribunales internacionales.

 

Más adelante y muy recientemente, en agosto del 2008 la acción militar de Rusia contra Georgia con aviones y tanques para controlar Osetia del Sur dejó 2,000 muertos civiles en 15 días, muchos de ellos asesinados premeditadamente a corta distancia y a sangre fría, en lo que para el comisario para los derechos humanos del Consejo de Europa, Thomas Hammarberg constituía una «catástrofe humanitaria». Murieron “solo” 12 soldados rusos. Nunca se escuchó hablar de “desproporción” en la acción de Rusia y en el número de muertos. No se escuchó a organización alguna reclamar juicios por crímenes de guerra en tribunales internacionales, como lo piden ahora para Israel.

 

Tampoco se ha escuchado algo similar a propósito de los cientos de miles de muertos civiles asesinados en Rwanda o Darfur. Eso se reserva solamente para Israel. (Dicho sea de paso, si bien los chechenios cometían atentados terroristas contra los rusos, ni ellos ni los georgianos lanzaban misiles diariamente contra territorio ruso para provocar una reacción defensiva como lo hizo Israel).

 

Sin duda el mundo juzga a Israel con estándares diferentes a los que usa para juzgar a cualquier otro país. Inclusive hay columnistas críticos de Israel que lo reconocen directamente. Argumentan que habiendo sido el judío el paradigma de pueblo sufrido por la agresión de otros que lo llevaron casi hasta el exterminio, le corresponde dar el ejemplo de limpieza y pureza ética en sus acciones bélicas, así sean en defensa propia ante un agresor que usa el terrorismo como arma política y militar. Vaya expectativa: ¡ya que no pudieron ser liquidados en el Holocausto, háganle la vida fácil a los que quieren exterminarlos ahora…!

 

Algo de especial tiene Israel, -que simbólicamente es el representante institucional del pueblo judío-, para que el mundo se relacione con él con tales prejuicios. Desde el primer día que Israel reacciona ante cualquier ataque, ya encuentra una prensa mayoritaria en su contra. Esto requiere de explicaciones. Ensayaré una de las que considero plausibles, seguramente entre varias otras.

 

El designio de Occidente para el pueblo judío en el siglo XX fue el exterminio. Los franceses aportaron la ideología de los científicos racistas en el siglo XIX, los rusos difundieron por Europa “Los Protocolos de los Sabios de Sión” y llevaron a cabo decenas de pogroms, y los alemanes armaron la ideología nacionalsocialista que incluía estructuralmente la lucha del bien (los arios) contra el mal (los judíos) que tenía que llegar hasta las últimas consecuencias.

 

Los nazis procuraron ejecutar su plan hasta el final en la II Guerra Mundial, pero solo llegaron hasta la mitad del camino antes de su derrota. Todo ello ocurrió con la complicidad activa de diversos países europeos y la silenciosa indiferencia de los aliados como Inglaterra y EE.UU. que se negaron a bombardear los campos de exterminio para detener su actividad. También denegaron las visas para que los judíos que pudieran escapar del infierno nazi pudieran llegar a Palestina o América (ejemplo seguido también por casi todos los países latinoamericanos). Si Hítler hubiera tenido más tiempo o hubiera ganado la guerra, hoy no existiría Israel y el pueblo judío sería un detalle para los museos, o una curiosidad poblacional similar a los de los indios norteamericanos sobrevivientes de la americanización forzada de su país.
Pero el plan falló. De las cenizas del Holocausto emergieron comunidades judías prósperas y un estado judío vigoroso.

 

La primera generación post Holocausto observó este fenómeno con mucha culpa y sorpresa (no era lo esperado) lo que produjo una especie de amnesia o moratoria en su antisemitismo. El éxito militar de Israel en la “Guerra de los 6 días” de 1967 consolidó su existencia física. También venció las pretensiones de aquella parte de la humanidad que deseaba deshacerse de los judíos y su estado.
Si bien una parte madura de la civilización aprendió a aceptar a los judíos como pares, otros integrantes de la segunda generación post holocausto no toleraron los éxitos de Israel, y liberándose de su amnesia y ambivalencias retomaron sus prejuicios antisemitas. Estos se expresan en su forma extrema a través de los movimientos neonazis, y en los sectores menos radicales se expresan en sus juicios hostiles cada vez que tienen la oportunidad de opinar sobre alguna acción polémica de Israel.

La señal más evidente del deseo de deshacerse de la culpa del Holocausto está dada por el intento de trivializarlo mencionándolo al estilo Saramago, como sinónimo de cualquier acción de guerra que involucre a Israel, o asociando a Gaza con un campo de exterminio como Auchwitz. Proponen que si Israel hace lo que hicieron los nazis, entonces, no debería quejarse por el Holocausto. Además, quienes sostienen que la dinámica política post Holocausto facilitó la creación del Estado de Israel, al menospreciar el Holocausto de facto adhieren la idea de que ese proceso debiera ser revertido, hasta llegar al desconocimiento de su derecho a existir.
Israel es el símbolo del plan fallido de exterminio de los judíos. Esa es la dimensión antisemita de las posturas que toman los medios y analistas cuando critican desproporcionadamente a Israel y a la vez cierran los ojos a otros países que realmente cometen atrocidades.

 

Todo lo dicho afortunadamente no concierne a toda la civilización occidental ni a todos los periodistas o medios de comunicación, sino solo a una parte de ese conjunto. Sin duda, como mencioné al principio, no creo que los prejuicios antisemitas sean el único factor presente al juzgar a Israel, sino solamente uno de ellos. Después de todo, Israel es un país imperfecto, que obviamente tiene conductas censurables y perfectibles como cualquier otro país desarrollado. Lo que es notorio es esa predisposición a sobredimensionar con mucha hostilidad sus aspectos criticables o polémicos.

 

Es bueno que la gente de buena voluntad de este mundo se confronte con estas ideas. Por el lado de los judíos, porque cada vez serán mayores las tensiones que generen las acciones de Israel contra los judíos a través de los medios de comunicación y poblaciones crecientemente hostiles. Les toca preguntarse si están preparados para sobrellevar la notoria sobrecarga negativa que hay en contra de Israel y las desmesuradas expectativas respecto a una perfección política y militar que no se exige de ningún otro país del planeta.
Para los no judíos de buena voluntad y apertura mental, la lectura de este tipo de preocupaciones debiera motivarlos a reflexionar y preguntarse si hay algo de cierto en todo esto y si es así, si están dispuestos a revisar y moderar sus conductas en relación a los judíos e Israel. Después de todo, la convivencia pacífica y tolerante a la que aspira la humanidad democrática se pone a prueba cada vez que utilizan sus prejuicios y estereotipos para juzgar la conducta de los demás.