Hace 26 años yo era uno más de los miles de peruanos aficionados al fútbol que se ilusionaron por la participación peruana en el Campeonato Mundial de México (1974) y de los que se frustraron cuando nuestra selección llegó al límite de sus logros. Después, poco a poco me distancié del fútbol aunque ocasionalmente veo algún partido del actual proceso de clasificación para el Mundial en Asia 2002, vencido por la notoriedad que le da la prensa a estos eventos. Sin embargo en esos 26 años he leído bastante sobre el valor educativo de la educación física y el deporte, y sobre las dimensiones económicas, sociológicas, antropológicas, psicológicas, médicas y políticas del fútbol. Por eso, ante la enorme cantidad de diarios, revistas y programas deportivos que tratan el fútbol por radio y televisión, me pregunto si esa complejidad del fútbol se agota en los análisis de los “especialistas deportivos” que pueden recordar mil datos futbolísticos, o si lo que pasa con el fútbol peruano debería ser un tema para el tratamiento multidisciplinario. Pienso que el fútbol debe estudiarse como una actividad de magnitud nacional y de carácter multidisciplinario, para sí poder definir mejor los ejes centrales para lograr el éxito.

 

Perspectivas
Empecemos por la médica. Por mucho tiempo se ha justificado los fracasos peruanos aduciendo los déficit que se acumulan en los primeros 5 años de vida, en los que se conforman los fundamentos del desarrollo físico los cuales dependen de la nutrición, la salud y la estimulación motriz temprana. Dado el contexto de pobreza y desnutrición de los peruanos, ello se constituye en una desventaja al llegar a la adultez. Sin embargo, esa explicación no alcanza para entender los fracasos de tantos jugadores que proceden de familias económicamente solventes, y tampoco encaja con la grandeza del fútbol brasilero (y el reciente de algunos africanos) la mayoría de cuyos jugadores han tenido una infancia con serias desventajas.

Sigamos con la sociológica. Se dice que el fútbol es una representación simbólica y lúdica de nuestra manera de ser peruanos, que dependemos de un caudillo, que somos muy individualistas y no sabemos jugar como equipo.

Recientemente se han ensayado también algunas explicaciones psicológicas que dicen que ganar es un asunto menos deportivo de lo que se cree y más un asunto de salud mental social. Se dice que los peruanos somos acomplejados, gente con una baja autoestima que se doblega ante cualquier responsabilidad, acostumbrados a sentirnos bien perdiendo, que es lo normal, y que nos asustamos cuando van ganando, que es lo anormal, y por eso aunque empecemos ganado pronto volveremos a perder. Así mismo, este complejo explica porqué siempre se buscan entrenadores o preparadores físicos extranjeros, así como futbolistas peruanos que estén jugando en el extranjero, porque si la hay, la “solución vendrá de afuera”.

La perspectiva económica es la más simple de entender, por la gran cantidad de negocios que se desarrollan en torno al espectáculo deportivo, que benefician a los medios de comunicación, los anunciantes, los propios jugadores que se marketean, etc. Eso explica además la impunidad de los barristas que, pese a sus actos vandálicos, rara vez son sancionados porque cumplen fielmente su rol de exacerbar pasiones, lo cual alimenta el negocio.

Amarrado con esta perspectiva esta la turística. Organizar una olimpiada constituya una vitrina para que el país venda su imagen y atractivos. El mundo conoció a Corea del Sur gracias a su olimpiada, y Nigeria o Comerún subieron al mapa turístico a partir de sus éxitos en el fútbol.

La perspectiva política también es bastante clara. Así como el gobierno de Velasco invirtió en la selección peruana para que el equipo peruano tuviera éxitos en el Mundial de México 1974, por los réditos emocionales y políticos que eso le traía al gobierno, también el gobierno de Pinochet invirtió en el popular Colo Colo, el gobierno de Videla organizó el exitoso Mundial de Argentina y así sucesivamente. Es un buen negocio político tener un equipo ganador que entretenga y de la sensación de unidad y éxito.

Reflexión

Si estas perspectivas tuvieran algún asidero, tenemos que regresar al núcleo del problema nacional. Transformar nuestra “mentalidad perdedora” en una “mentalidad ganadora” tanto en el ámbito deportivo, como el político, empresarial, profesional, académico y tantos otros. Dejar de vernos y actuar como si estuviéramos condenados a ser un país tercer o cuartomundista, y empezar a actuar para colocarnos en el mediano plazo en la vanguardia del mundo. En esto, los gobernantes y líderes de hoy tienen la enorme responsabilidad de construir los pilares de nuestra mentalidad ganadora.

Artículo afin

El mundo Mundial 1: La fábrica de ficciones Por MARTÍN CAPARRÓS NYT 11 de junio de 2018 «Es lo que hace: el fútbol es la mejor máquina de ficción que hemos inventado desde que un tal Saulo dijo que un tal Jesús había resucitado, desde que un tal Robespierre insistió en que una república da a sus ciudadanos libertad, igualdad y esas cosas. El fútbol no llega a tanto, pero es un gran fabricante de ficciones».

El fútbol como metáfora de la sociedad

Contra el fútbol, de todo corazón.En los mundiales la despersonalización llega a su clímax. Entonces todo el mundo, los mendigos sacoleros de las grandes aldeas latinoamericanas y los monjes del desapego de las alturas del Tíbet y el presidente de Francia y el colegio de cardenales, hacen entrega de sus responsabilidades ciudadanas, humanas, y civiles, y se olvidan de todo, mientras la casa se nos cae en pedazos. Y el grito de gooool estremece los cimientos de los edificios hasta el lúgubre Saturno. Y nadie te pregunta como antes, cómo estás, sino cómo van, como si no existieras. El fútbol pertenece a la categoría de las drogas de evasión, como las religiones burocráticas, el opio y la cocaína.Y cuenta (como las religiones burocráticas, el opio, la cocaína) y la pornografía y la guerra, entre las más poderosas multinacionales en la crónica de la criminalidad moderna. Aunque parezca exagerado, así parece: ni más ni menos.

El fútbol según Eduardo Galeano. En «Fútbol a Sol y Sombra»el genial escritor uruguayo regaló, además de relatos riquísimos, su visión de los actores principales del deporte.

Cinco de los mejores poemas dedicados al fútbol por el Día Mundial de la poesía

Consejos válidos para la práctica de cualquier disciplina deportiva y para la convivencia rutinaria en los espacios escolares y laborales LOS 10 MANDAMIENTOS DEL BUEN FÚTBOL, SEGÚN LOS NIÑOS. Los programas educativos de LaLiga conciencian a los jóvenes sobre los valores del deporte. Lo prioritario es formar personas

Estrellas del fútbol que se queman a los 13 años Los expertos alertan contra una epidemia que afecta casi a uno de cada tres jóvenes deportistas de élite. «La historia es bien conocida. A los cinco años, un niño empieza a dar sus primeras patadas al balón y a destacar notablemente entre sus compañeros. Las alabanzas llegan pronto a oídos de los padres: “Oye, la pega muy bien. Debería probar en algún equipo”. A los ocho ya juega en el equipo de su barrio. Antes de que cumpla los 10, llega el gran momento: se le selecciona para jugar en la cantera de un club importante de Primera División. Más felicitaciones. Con 12 años es elegido para formar parte de la selección de su región e, incluso, llegan las primeras convocatorias nacionales. Se suceden las llamadas de las agencias de representación, que le ofrecen botas que cuestan 300 euros a cambio tan solo de que se deje guiar. Pero a partir de los 13 el fútbol deja de ser solo un juego. Antes de los 15, las dificultades para compatibilizar el deporte y los estudios son ya evidentes. El joven no duerme, no come y, sobre todo, ya no sonríe cuando juega. Poco a poco desaparece de las alineaciones. Cuando cumple la mayoría de edad, los técnicos le hablan ya de que su evolución no ha sido la esperada y a final de temporada recibe una carta del club: no cuentan con él. La recibe con alivio, porque ya no quiere saber nada del fútbol. Se ha quemado.»

¿Y si el fútbol profesional fuera más educativo para los niños? Miles de chavales imitan en los patios de sus colegios lo que hacen sus ídolos futbolísticos. Pero, ¿hasta qué punto lo que ven nuestros hijos en sus referentes es positivo? Si fuéramos capaces de fomentar un locus de control interno (atribuir lo que nos pasa a variables que podamos controlar), nos irían mejor las cosas, además en todos los sentidos.