La educación más allá de la escuela

En reciente reunión de colegas, y a la luz de mi próximo retiro del Colegio León Pinelo, me pidieron que intente priorizar las experiencias pinelinas más recientes, realizadas o por realizarse, que me parecía eran más significativas para formar mejor a los estudiantes del siglo XXI. Esta columna me permitirá compartir mi respuesta con todos los interesados en el tema educativo, a manera de insumo para la reflexión, ya que hay mucho por innovar tanto en las escuelas públicas como en las privadas, para ofrecer una formación de vanguardia a los estudiantes.

Sobreentendiendo que estamos hablando de asuntos que van más allá de cumplir adecuadamente con un currículo exigente, apelando a las más modernas tecnologías y técnicas pedagógicas, con un buen soporte psicológico y en el contexto de un buen clima institucional, creo que hay cuatro planteamientos en los que vale la pena pensar. Propongo que todo alumno que egrese del quinto año de secundaria acredite que: 1) Ha cumplido 100 horas de prácticas laborales juveniles. 2) Ha cumplido 100 horas de trabajo social. 3) Ha cumplido con elaborar una monografía siguiendo todos los parámetros académicos que esto demanda. 4) Ha realizado una innovación o invento. ¿Por qué estas propuestas? Porque decididamente contribuyen a la formación personal, cívica, académica y científica de nuestros jóvenes.

Veamos. 1). En un mundo laboral planetario que sigue las reglas de la globalización y en el cual hay un frecuente desempleo profesional, es bueno que los alumnos se entrenen desde jóvenes para conocer el mundo del trabajo, cosa que nunca lograrán en las aulas escolares o universitarias. 2). En países en los que campean la corrupción, pobreza, inequidad, indiferencia al dolor ajeno e ineficiencia del Estado para dar servicios a los necesitados, comprometerse a hacer trabajo social en apoyo a personas e instituciones que tienen carencias diversas y requieren del apoyo solidario del prójimo genera experiencias que permiten conocer y comprometerse con el país más allá de las asépticas aulas escolares. 3). Los estudiantes escolares apegados a la secuencia lógica de la disciplina académica que estudian, sea matemática, biología, literatura, historia, etc., no están habituados a estudiar a fondo un tema interdisciplinario, a plantearse un problema y buscar la información que le dé respuesta. Aprender a hacer monografías ayuda a este propósito académico. 4). En países en los que los jóvenes se dedican a memorizar, copiar e importar costosa ciencia y tecnología, alentar a los jóvenes a pensar, crear, innovar e inventar desde pequeños, no solo les aporta a su autoestima y capacidades científicas, sino que obliga a los docentes a organizar sus actividades educativas en función de estos valores, a romper con la cultura de la copia y estimular la tan necesaria innovación.

Si las universidades se identificaran con estas propuestas, podrían motivar a los colegios a asumir estas actividades aprovechando la influencia que tienen en los quehaceres escolares a través de los requisitos que exigen a los postulantes para su admisión. Así como impusieron en los colegios los exámenes de selección múltiple, el formato de los tercios, los cursos de aptitud numérica, verbal y hasta de redacción de ensayos, el entrenamiento para pasar una entrevista y el armado de portafolios con las actividades no académicas o escolares meritorias acumuladas por el postulante, así mismo podrían hacerlo con estos nuevos requisitos para la admisión.

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