¿Podremos alguna vez ser campeones en el fútbol? Si, pero sólo si dejamos de usar el fútbol como un mero medio para fines políticos y si renunciamos a ser un país de perdedores.

Ocurre que conforme el fútbol ha ido ganando prestigio como movilizador de pasiones masivas se ha ido utilizando cada vez más con fines políticos. Lo hizo Velasco para triunfar en el Mundial de 1974 y unir el país subliminalmente en torno a su gobierno. Lo hizo Fujimori con similar objetivo contratando a Maturana y las estrellas peruanas que brillan en el extranjero y convocando a Cubillas para el IPD. Lo hizo Pinochet en Chile encumbrando al popular equipo Colo Colo en desmedro de la U. Católica y U. de Chile que eran más representativos de las clases medias. Videla en Argentina utilizó el Mundial de Fútbol para tender una cortina de humo frente al genocidio interno. Francia recientemente relanzó su rol diferencial en Europa amparado en el ánimo triunfador del Mundial.

Sin embargo, a diferencia de los otros países, los peruanos no logramos ganar. Algunos dicen que es por el déficit nutricional de nuestra infancia pobre, pero eso no explica porqué tienen grandes logros Brasil, Nigeria o Camerún, cuya infancia es igualmente desnutrida. Otras perspectivas ofrecen mejores argumentos.

Desde la mirada sociológica, el fútbol es una representación simbólica y lúdica de nuestra manera de ser peruanos, que dependemos de un caudillo de turno, que somos muy individualistas y no sabemos jugar en equipo. La desintegración entre peruanos se reproduce en nuestros equipos, que son incapaces de ganar.

Desde la mirada psicológica ganar es más un asunto de salud mental social que algo meramente deportivo. Los peruanos parecemos seres acomplejados, con baja autoestima, que nos doblegamos ante las grandes responsabilidades. Nos sentimos mejor cuando perdemos, que es nuestro estado normal, y más bien nos asusta ganar. Por eso, aunque empecemos ganado pronto volvemos a perder.

Este complejo de inferioridad y baja autoestima también explican porqué usualmente se buscan entrenadores o preparadores físicos extranjeros, así como futbolistas peruanos que estén jugando en el extranjero. Creemos que “la solución vendrá de afuera”.

El reto educativo radica entonces en transformar nuestra “mentalidad perdedora” en una “mentalidad ganadora” tanto en el ámbito deportivo, como el político, empresarial, profesional, académico y tantos otros. Integrarnos y “trabajar en equipo”, dejar de vernos y actuar como si estuviéramos condenados a ser un país tercer mundista fracturado, y orientar todas las energías y talentos nacionales en dirección de colocarnos en la vanguardia del mundo. Los gobernantes, líderes y educadores de hoy tienen la enorme responsabilidad de construir los pilares de nuestra mentalidad ganadora.

Esto obliga a replantear nuestra educación para dejar de ser acomplejados y “pisados” para convertirnos en ambiciosos luchadores con deseos de ser los primeros, de ser triunfadores, de tener éxito.

 

En realidad el fútbol es una metáfora de la sociedad peruana que tiene instalada una mentalidad perdedora e impotente que heredamos de nuestra educación represiva y dependiente; de la enseñanza de la Historia del Perú llena de relatos y personajes heroicos que en la derrota lograron “victorias morales”; de las enormes fracturas sociales que no nos brindan una identidad común. Siempre nos quejamos que nuestro destino depende de otros, del FMI, o de la mala suerte.

Por eso en lugar de buscar soluciones peruanas nos la pasamos pidiendo la venia de los otros organismos, copiando lo que otros hacen, trayendo consultores o entrenadores extranjeros o inclusive peruanos que se han “extranjerizado” por su estadía temporal en otros países. En otras palabras, en las derrotas del fútbol están representadas las derrotas y los complejos de los peruanos.

Artículo afin:

El mundo Mundial 1: La fábrica de ficciones Por MARTÍN CAPARRÓS NYT 11 de junio de 2018 «Es lo que hace: el fútbol es la mejor máquina de ficción que hemos inventado desde que un tal Saulo dijo que un tal Jesús había resucitado, desde que un tal Robespierre insistió en que una república da a sus ciudadanos libertad, igualdad y esas cosas. El fútbol no llega a tanto, pero es un gran fabricante de ficciones».

El fútbol como metáfora de la sociedad

Contra el fútbol, de todo corazón.En los mundiales la despersonalización llega a su clímax. Entonces todo el mundo, los mendigos sacoleros de las grandes aldeas latinoamericanas y los monjes del desapego de las alturas del Tíbet y el presidente de Francia y el colegio de cardenales, hacen entrega de sus responsabilidades ciudadanas, humanas, y civiles, y se olvidan de todo, mientras la casa se nos cae en pedazos. Y el grito de gooool estremece los cimientos de los edificios hasta el lúgubre Saturno. Y nadie te pregunta como antes, cómo estás, sino cómo van, como si no existieras. El fútbol pertenece a la categoría de las drogas de evasión, como las religiones burocráticas, el opio y la cocaína.Y cuenta (como las religiones burocráticas, el opio, la cocaína) y la pornografía y la guerra, entre las más poderosas multinacionales en la crónica de la criminalidad moderna. Aunque parezca exagerado, así parece: ni más ni menos.

El fútbol según Eduardo Galeano. En «Fútbol a Sol y Sombra»el genial escritor uruguayo regaló, además de relatos riquísimos, su visión de los actores principales del deporte.

Cinco de los mejores poemas dedicados al fútbol por el Día Mundial de la poesía

¿Y si el fútbol profesional fuera más educativo para los niños? Miles de chavales imitan en los patios de sus colegios lo que hacen sus ídolos futbolísticos. Pero, ¿hasta qué punto lo que ven nuestros hijos en sus referentes es positivo? Si fuéramos capaces de fomentar un locus de control interno (atribuir lo que nos pasa a variables que podamos controlar), nos irían mejor las cosas, además en todos los sentidos.