Conforme aumenta la cantidad de personas obesas y sedentarias, aumenta el número de adultos con enfermedades cardiovasculares, músculoesqueléticas y diabéticas. Esto debería alentar a los gobernantes a esforzarse por proveer una mejor educación física y nutricional preventiva a los escolares y universitarios. Sin embargo, lejos de hacerlo, la enseñanza convencional de educación física incentiva cada vez más en los alumnos el sentido de la competencia, lo que excluye a los niños y jóvenes que no tienen capacidades atléticas o deportivas sobresalientes, que son la gran mayoría.

En lugar de realizar actividades físicas en colegios, campos y parques cada vez son más los jóvenes que se pasan el día en actividades sedentarias individuales, viendo televisión, navegando en internet, escuchando música, jugando videojuegos, fumando y alimentándose con comida chatarra.

Una de las razones por las que muchos niños y jóvenes prefieren evitar las clases de educación física es que les parecen aburridas, muy exigentes o competitivas. Los niños obesos o poco hábiles no tienen ningún aliciente para gozar de esas clases. Los jóvenes que no tienen talentos deportivos o atléticos quedan fuera de las selecciones o deben resignarse a roles suplentes que los terminan ahuyentando.

A propósito de esto vale la pena rescatar unos párrafos escritos por *Leo Buscaglia en su libro “¿Dónde estabas cuando te necesitaba?” (Eugene, Oregon. 48 Conferencia Anual de Procedimientos, WSPECW, 1972). Allí relata sus experiencias en las clases de educación física en su colegio. Dice “….Nunca aprendí cómo golpear una pelota. ….Nunca nadie se detuvo a enseñarme cómo hacerlo ….Yo solía ponerme de pie para patear y decía, “Por favor Dios, sólo por esta vez, déjame darle a esta bola tan fuerte que se vaya derecho hasta la oficina del Director”.

“Si alguno de los profesores varones de Educación Física se me hubiera acercado y me hubiera rodeado con sus brazos, me podría haber ahorrado varios años de agonía. Sólo uno, porque ellos tenían un poder que ni siquiera imaginaban. Nosotros los mirábamos como si fueran dioses. Ellos sólo tenían que estar allí; yo no miraba a mi profesor de Álgebra como miraba a mi profesor de Educación Física; él nunca se enteró que yo existía. No dejen que esto suceda. Identifiquen al débil de la clase, acérquense a él y denle una palmadita de aliento en su huesudo trasero”.

Resulta interesante constatar que en todos los planes de estudios de hoy aparecen como objetivos para los niños fortalecer su autoestima y seguridad en sí mismos, así como su capacidad de ser disciplinados y de trabajar cooperativamente, porque son fundamentales para una persona bien formada. Lamentablemente solo se espera lograrlo con actividades académicas que contienen exigencias intelectuales, pese a que las actividades artísticas y físicas permitirían lograr mejor estos objetivos. Sin embargo, lejos de darles un enfoque participativo, entretenido y no excluyente, los colegios las convierten en actividades físicas selectivas y competitivas, influenciados en gran medida por la cobertura que le dan los medios de comunicación al deporte de competencia.

Por si fuera poco los colegios que sólo enfatizan la práctica de deportes competitivos como el fútbol, básquetbol y voleibol le hacen un escaso favor al cuidado de la salud física futura de las personas, ya que éstas son actividades que no se pueden practicar individualmente, suelen causar lesiones y difícilmente pueden mantenerse hasta la vejez. En cambio, entrenarse en actividades aeróbicas, jogging, tenis o natación ofrece muchas mejores posibilidades de crear hábitos que podrían continuarse toda la vida.

Otra dimensión de la Educación Física que se pasa por alto es la referida a la alimentación balanceada. Frente a tantas evidencias científicas que existen sobre la relación directa entre la salud y la alimentación adecuada ya es hora que el currículo escolar incorpore contenidos vinculados a la adecuada nutrición, que enseñe a controlar los niveles de grasas, colesterol, sales y productos químicos que ingiere regularmente el organismo. Esto debería extenderse también a las recomendaciones respecto al contenido de las loncheras escolares y los productos que se expenden en máquinas automáticas y kioskos escolares, de modo que guarde coherencia con las pautas para conservar la salud.

Es obvio que si el consumo excesivo de hamburguesas, papas fritas, dulces y cremas es la causa central en tantas enfermedades cardiovasculares, diabetes y cánceres, habría que prevenirlo con tanta fuerza como se trata de hacer con el tabaco, el alcohol y las drogas. También eso es educación física.

En conclusión, la mejor educación física es la que deja huellas positivas en el cuidado del cuerpo y la salud para el futuro de las personas. Hacia eso hay que orientar los programas educativos, sin por eso dejar de abrir marcos especializados para los atletas y deportistas que aspiren a ser competitivos.

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