27/1/2002 Acabo de llegar a la casa de mis suegros en Jerusalem. La TV informa de un reciente atentado en la calle Yaffo, el tercero en la misma cuadra, el segundo en la misma semana. Es la calle por la que siempre camino cuando voy al centro, o salgo a comer con mis hijos. Los heridos en su mayoría son esas personas que se amontonan en las mismas estaciones de ómnibus en las que yo también me paro. Inevitablemente me pregunto ¿y si yo hubiera estado allí justo en el momento del atentado?
Mi hijo Daniel me acaba de llamar por teléfono. El 17 de febrero es la ceremonia de su ascenso a capitán en Tzahal. A mi hijo Uriel le llegó una carta que por error (aunque espero premonitoriamente) está dirigida al “Dr. Uriel Trahtemberg, Facultad de Medicina de la Universidad Hebrea”, en la que estudia su tercer año. Ambos nos llenan de orgullo.
Hace unos minutos también hablé con mi hija Talia, que regresó feliz del majón de Hanoar Hatzioní en Uruguay. Es parte de su experiencia sionista, que ella espera que culmine con su aliyah. Por su parte mi esposa Anat se prepara para llegar a Jerusalem en marzo, para compartir con su familia israelí las celebraciones del Seder de Pesaj y Yom Haatzmaut, lo que por razones de trabajo no pudo hacer desde hace más de 18 años.
Y allí estoy otra vez parado en la calle Yaffo, yo, director de un colegio judío sionista, cabeza de una familia sionista, que animo a mis alumnos y familiares a visitar y eventualmente realizarse como judíos en Israel, preguntándome ¿qué pasa?¿qué hago frente a todo esto?
Al rato leo un artículo en la prensa israelí que habla de la tremenda angustia de los judíos europeos, especialmente franceses, por el impacto negativo que tiene sobre ellos la complicada relación entre Israel y los palestinos, que gozan de la simpatía de los gobernantes y medios de comunicación. Las censuras oficiales, periodísticas y callejeras contra Israel y el sionismo se hermanan con las expresiones antisemitas de manera muy natural. Los judíos franceses empiezan a temer por su seguridad porque las turbas árabes recientemente atacaron un ómnibus escolar judío e incendiaron dos sinagogas de los suburbios. Pienso en la paradoja: el sueño sionista sugería que la creación del Estado de Israel iba a ser una fuente de seguridad para los perseguidos judíos de la Diáspora. He aquí ahora que los judíos franceses sienten que su seguridad se ve amenazada por lo que ocurre en Israel.
28/1/2002 Esta mañana apenas prendí la TV escuché que un palestino robó un automóvil con el que atropelló intencionalmente a un soldado israelí, dándose a la fuga para luego morir al tratar de atropellar a un policía que lo enfrentó con su arma. En el mismo programa de TV entrevistaban a una herida de ayer, que estaba en shock al igual que cerca de otros 60 transeúntes de la calle Yaffo. Algunas personas que trabajan en las tiendas hoy desérticas de esa calle ya han presenciado dos o tres veces esos atentados. Las tiendas cada vez cierran en mayor cantidad (ya son 10,000 los negocios que han cerrado este año, sin contar a los deshabitados hoteles). Los empleados de la calle Yaffo renuncian a sus trabajos. La calle Yaffo, en el corazón de Jerusalem, está desierta. Hay más policías que transeúntes, muchos de los cuales son periodistas.
Esta vez escribo sin ninguna pretensión de sugerir nada. Al parecer el único acuerdo político posible del que ambas partes puedan beneficiarse sin mucho riesgo, es un acuerdo interino con cese de violencia, hasta que soplen nuevos vientos. A veces, cuando los más rigurosos análisis políticos no alcanzan para darnos la tranquilidad de una visión consensuada, uno se comunica mejor compartiendo los sentimientos que reflejan el presente, hasta que se clarifique el futuro. Por eso quería compartir hoy estas reflexiones con quienes se identifican con Israel como un valor central en sus vidas. Hasta mañana, en que nuevamente pasearé por el centro de Jerusalem, aunque seguramente con un poco de miedo. No es que tenga alguna pretensión suicida. Simplemente, estoy aquí, y comparto la realidad y el destino de cualquiera de nuestros hermanos israelíes que construyen este estado, entre ellos, mis propios hijos.